
Al fin el mago encontró un remedio. Hipnotizó a sus ovejas y les hizo creer primero que nada que eran inmortales y que no se les estaba haciendo ningún daño cuando les quitaban la piel, que, al contrario, sería muy bueno para ellas e incluso placentero; en segundo lugar les hizo creer que el mago era un buen amo que amaba a su rebaño tanto que estaba listo para hacer cualquier cosa en el mundo por él; y en tercer lugar les hizo creer que si algo les fuera a ocurrir no les iba a pasar en ese momento, en cualquier caso no ese día, y por lo tanto no tenían necesidad de pensar acerca de ello. El mago incluso les hizo creer que eran leones, a otros que eran águilas, a otros que eran hombres, y a otros que eran magos.
Y después de esto todas sus preocupaciones acerca de las ovejas llegaron a su fin. Nunca más escaparon sino que tranquilamente esperaban el momento en que el mago requiriera de su carne y su piel.
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