martes, 15 de marzo de 2016

Parar lo imparable



Vivimos interiormente, en lo más profundo de nuestro interior en un estado de continuo desazón, en un estado de estrés, de desarmonía. Continuamente sufrimos por no tener un trabajo fijo, una pareja estable, por vivir experiencias que nos hacen salir de la zona de confort, etc. Desde pequeños nos han hablado de “estabilidad”, en el sentido de tener algo durante toda nuestra vida, que junto a la palabra “sacrificio”, saldría la combinación “ceder cualquier parte de tu vida para poder tener algo estable”.
Quien no desearía ante de morir haber dejado su huella permanente en este planeta y que no
desaparezca su paso en esta vida, quedar impreso en la memoria de las personas… tener un hijo y nietos que le recuerden, escribir un libro o una canción y ser recordado por ello a lo largo del tiempo, descubrir algo y que ese descubrimiento nos perpetue… tantas y tantas cosas para sentir que nuestra vida no ha sido efímera.
Tenemos una mente caduca, una mente que pertenece a un cuerpo físico, a un vehículo que con el tiempo caducará y morirá. Una mente que sabe que durante un tiempo será fundamental para el desarrollo de la Totalidad, pero que su tiempo es limitado, que desaparecerá. Su sistema de creencias le dice que si deja huella será recordada, permanecerá.
Todo esto lo sabemos pero deberíamos comenzar a integrarlo en lo más profundo de nosotros mismos, saberlo no es suficiente si no lo vivimos, si no lo respiramos. Somos un vehículo de luz. Somos una esencia envuelta en un físico, mental y emocional, necesario para vivir experiencias en tercera dimensión. Nuestro vehículo transporta, no debería tomar decisiones por sí solo, sino en sintonía, mente tercera dimensión con nuestra esencia en plena consciencia de todo lo que es y le rodea.
Empezar a razonar con nuestra mente desde los conocimientos de Akasha, es fundamental para volver a hacerla recordar que ella es parte también de un todo, de una Totalidad participe de sus decisiones. La mente es una herramienta de tercera dimensión para un alma, para una esencia. No necesita permanecer pues sus vivencias, sus experiencias serán parte del reconocimiento de la Divinidad.
La mente necesita parar y tener el control, pues continuamente todo se le escapa, a lo largo de los siglos la hemos pedido que tome el control de nuestras decisiones mientras estábamos pasando el invierno conciencial. Ahora ha llegado la era de oro de la espiritualidad cuántica, de la visión holística. Tenemos que volver a recordar que no se puede intentar parar algo que es imparable,  pues en el movimiento está el retornar conscientemente a nuestra Divinidad.
Parar las cosas no es sinónimo de controlar nuestras vidas, eso es una proyección limitante mental. Fluir con el movimiento es el control de nuestras vidas porque comenzamos a entender la causa y efecto.
La vida va fluyendo de una forma continuada, no deberíamos poner barreras mentales para parar un movimiento imparable.
Lo único que hay permanente es la impermanencia.

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