Vivimos interiormente, en lo más profundo de nuestro
interior en un estado de continuo desazón, en un estado de estrés, de
desarmonía. Continuamente sufrimos por no tener un trabajo fijo, una pareja
estable, por vivir experiencias que nos hacen salir de la zona de confort, etc.
Desde pequeños nos han hablado de “estabilidad”, en el sentido de tener algo
durante toda nuestra vida, que junto a la palabra “sacrificio”, saldría la
combinación “ceder cualquier parte de tu vida para poder tener algo estable”.
Quien no desearía ante de morir haber dejado su huella
permanente en este planeta y que no
desaparezca su paso en esta vida, quedar
impreso en la memoria de las personas… tener un hijo y nietos que le recuerden,
escribir un libro o una canción y ser recordado por ello a lo largo del tiempo,
descubrir algo y que ese descubrimiento nos perpetue… tantas y tantas cosas
para sentir que nuestra vida no ha sido efímera.
Tenemos una mente caduca, una mente que pertenece a un
cuerpo físico, a un vehículo que con el tiempo caducará y morirá. Una mente que
sabe que durante un tiempo será fundamental para el desarrollo de la Totalidad,
pero que su tiempo es limitado, que desaparecerá. Su sistema de creencias le
dice que si deja huella será recordada, permanecerá.
Todo esto lo sabemos pero deberíamos comenzar a integrarlo
en lo más profundo de nosotros mismos, saberlo no es suficiente si no lo
vivimos, si no lo respiramos. Somos un vehículo de luz. Somos una esencia
envuelta en un físico, mental y emocional, necesario para vivir experiencias en
tercera dimensión. Nuestro vehículo transporta, no debería tomar decisiones por
sí solo, sino en sintonía, mente tercera dimensión con nuestra esencia en plena
consciencia de todo lo que es y le rodea.
Empezar a razonar con nuestra mente desde los conocimientos
de Akasha, es fundamental para volver a hacerla recordar que ella es parte
también de un todo, de una Totalidad participe de sus decisiones. La mente es
una herramienta de tercera dimensión para un alma, para una esencia. No
necesita permanecer pues sus vivencias, sus experiencias serán parte del
reconocimiento de la Divinidad.
La mente necesita parar y tener el control, pues continuamente
todo se le escapa, a lo largo de los siglos la hemos pedido que tome el control
de nuestras decisiones mientras estábamos pasando el invierno conciencial.
Ahora ha llegado la era de oro de la espiritualidad cuántica, de la visión
holística. Tenemos que volver a recordar que no se puede intentar parar algo
que es imparable, pues en el movimiento
está el retornar conscientemente a nuestra Divinidad.
Parar las cosas no es sinónimo de controlar nuestras vidas,
eso es una proyección limitante mental. Fluir con el movimiento es el control
de nuestras vidas porque comenzamos a entender la causa y efecto.
La vida va fluyendo de una forma continuada, no deberíamos
poner barreras mentales para parar un movimiento imparable.
Lo único que hay permanente es la impermanencia.
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