Caminamos la mayor parte de día, de la semana, del mes, del
año y de nuestra vida sin prestar atención a nuestros instintos, a nuestras
percepciones. Hemos perdido la unión con nuestra amada madre tierra y con todo
lo que nos rodea. Nos sentimos islas en un océano de soledad, esa isla que no
es otra que un sistema de creencias limitantes que nos separa de cualquier cosa
que no sea los pensamientos de nuestra mente concreta limitada.
Nuestra mente se ha salido del camino marcado para nuestra
evolución consciente, se ha perdido la unión con nuestro interior y no
encontramos la conexión con nuestros instintos. Desde que nacemos las
prohibiciones, los dogmas culturales y/o religiosos nos dictan que lo
instintivo es una locura y que nos hacen no tener ningún control sobre nuestras
vidas. Claro, está fuera de sus patrones de control, por lo tanto nos hacen
entender que es peligroso y ha de ser eliminado por seguridad nuestra.
Saber si algo es bueno o malo para ti solo lo sabe tu
instintito, tu intuición. Nadie más puede saberlo. No dejemos que nadie decida
por nosotros, por mucho que nos digan que es por nuestro bien. Escapar de nuestra prisión de
barrotes de oro, salir de las normas socio-culturales habituales y escuchar nuestro
instinto. Comenzar a ser conscientes que nuestro corazón es el camino del
despertar, es el momento de recordar
quienes somos y para que estamos aquí reencarnados.
Quizás sea el momento de sentarte en una quietud reflexiva, de
respirar profundamente las veces que necesites y simplemente comenzar a
observar que te dice tu interior, que te quiere contar tu mente. Cómo tu cuerpo
comienza a hablarte con sensaciones corporales. Empezar a sentir el entorno que
te rodea. No tomar una decisión sin antes consultar con tu instinto. Veras como
poco a poco comenzaras a tomar las riendas de tu vida. Sabrás en cada momento
de donde sale cada decisión que tomas. Volverás a sentirte conectad@ a Gaia.
Estarás fluyendo contigo mismo y con la Totalidad.
Siembra en ti una semilla e introdúcela en tu corazón con
amor y ternura. Cuida esa flor que brote como si fuera lo más importante en tu
vida. Riégala y amala como un ser vivo
que ha nacido de ti. Tenemos miles de semillas naciendo dentro de nosotros,
cada una importantísima para nuestra evolución y para el despertar de la
humanidad. No dejemos que nuestros patrones o patrones de otros no digan como
tenemos que vivir. Seamos fieles a uno mismo.
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